lunes, 26 de octubre de 2009

Existe un mundo mejor

Esta mañana la he pasado en una galería de arte que no se conoce como la “cuna” del esnobismo ni mucho menos. Esto no lo digo en mi defensa, sino para ponernos en situación. Lo más destacable de dicha galería es un par de cuadros de Rembrandt y una colección de armaduras de la edad media que quita el hipo. Puesto así, no pega mucho, pero es lo que me he encontrado.


Esta galería además de respirar arte por todos sus rincones tiene un restaurante en el patio de la casa cubierto por un techo de plástico que deja pasar toda la luz e impide que los comensales se mojen en días de lluvia. En el restaurante se puede comer de carta, o “comida rápida”. Es decir, puedes comer por £15-20 o te pueden sablar £40 libras sin ningún tipo de miramiento.

Como estoy a gastos pagados en esta maravillosa ciudad he decidido que me sablen. El camarero ha procedido, según mi opción económica, a dirigirme a una mesa en un rincón del patio. En la mesa del lado dos niñas de no más de 20 años estaban hablando de sus cosas y, ya que estaba solo y las tenía pegadas a mi oreja, no he podido resistir escuchar trozos de su conversación. Además me llama mucho la atención que cuanto más pijo se es, más se canta al hablar.

Esto pasa con nuestros pijos también. Cuando pronuncian la palabra “fenomenal” no la pronuncian como todo hijo de vecino. Bueno, todo hijo de vecino se lo pensaría mucho antes de poner en su lingo una palabra como “fenomenal”. Pero bueno, el caso es que estas dos niñas cantaban, y cantaban como no he visto a nadie cantar.

Hablaban del hermano de una que estaba en el equipo de remo de Cambridge, o la amiga de la otra que había cazado a un delfín de alguna gran familia inglesa. La conversación ha discernido sin más hasta que una de ellas se ha puesto a echar pestes de su “maid”, su “criada”. En ese momento me he quedado helado, he dejado de escucharlas y he empezado a observar con toda la discreción del mundo. La una llevaba un reloj Omega de oro con esfera blanca y los números y las varillas de oro también. La otra llevaba un Cartier de oro, con la caja cuadrada y unos diamantes pequeños bordeándola. Cuando digo que estaban a mi lado, es que las tenía pegadas a mí.

Con esa visión me he levantado y me he ido un poco indignado. Me he dirigido a la mítica calle Oxford a comprar una chaqueta pero antes he visto unos grandes almacenes que me han recordado al Corte Inglés. Efectivamente, son iguales, excepto que estos además de las cinco marcas que tiene el C.I también tienen marcas como D&G u otras de cuyo nombre intento olvidar.

Estaba buscando algo normal a un precio normal y me he encontrado lo que tenía a mi lado en la comida multiplicado por diez. Había chaquetas para todos los gustos, es decir, por £2.000, por £3.000 y por £4.000. El problema es que cuando te acostumbras a ver eso, ves una chaqueta de Hugo Boss por £700 y piensas que es el chollo del siglo. Te la pruebas y te viene que ni hecha a medida. Entonces, cuando estaba a punto de sacar la tarjeta de crédito me he dado cuenta de lo inverosímil de la situación. La pobre dependienta se ha quedado tiesa cuando le he dado la chaqueta riéndome y le he dicho: -“honey, maybe in another life”.

Hay una frase de Les Luthiers que es muy cierta y explica muy bien esta situación. “Existe una vida mejor, pero es muy cara”. Mientras estaba recomponiéndome de mi vuelta a la realidad he pasado por “Relojería” y me he dado una vuelta (masoquista de mi) para ver lo que tenían. Cual Ulises oyendo el canto de las sirenas he ido directo al mostrador de IWC. Esto el Corte Inglés no lo tiene, he pensado. En el mostrador había una pareja de chavales hablando con la dependienta y mirando un reloj. Ahí me he sentido por fin identificado con alguien. He pensado que estarían mirando el reloj que cuando sean mayores se comprarán para su boda o algo por el estilo.

Cuan equivocado estaba y qué bofetada me ha dado la frase “vale, me lo quedo”. Era un chaval asiático de no más de 20 años comprando un IWC Chrono Portugués de oro blanco. El valor de ese reloj supera el de un coche, de gama baja, pero un coche al fin y al cabo. La novia estaba al teléfono diciéndole a alguien, -“si, está comprándose un reloj y vamos enseguida”.

Pero vamos a ver, ¿en qué mundo vivimos? Bueno, mejor dicho, ¿en qué mundo vivo yo? Para empezar, si alguna vez tengo una hija que cante cuando habla y se le ocurra decir “fenomenal” más de tres veces en toda su vida, la destierro. Si alguna vez tengo una hija cuya amiga canta más que ella y dice “fenomenal” más de tres veces en su vida, las destierro a las dos. Y para terminar, si alguna vez tengo un hijo que se compra el reloj con el que su padre ha soñado toda su vida como si estuviese comprándose una bolsa de pipas, se lo quito, le doy las gracias y le digo que a la próxima se compre un swatch, que es lo que llevaba su padre cuando tenía su edad.

Soy un quiero y no puedo, and I’m proud of it!